Pérdidas vs Resiliencia en la vejez

 



‘‘Alguien alguna vez me preguntó, cómo lograba mantenerme de pie después de todo lo que he atravesado… Le dije: no importa lo que pasé, soy SOBREVIVIENTE, no víctima’’

(Anónimo).

La transición demográfica que ha ocurrido de manera un tanto acelerada, ha traído consecuencias desiguales para un sector específico de la población: las personas adultas mayores. Ha permanecido de alguna manera, una visión errónea entre las sociedades occidentales de representar a la vejez como una etapa de vida caracterizada por la pérdida y el declive, donde dentro de un mundo consumista y altamente competitivo, las personas mayores son excluidas de sus entornos familiares y sociales.

Una devaluación sistemática de las personas a causa de la edad, producto del desarrollo tecnológico, la industrialización y la competencia económica, coloca a las/los adultos mayores en situaciones adversas que contribuyen a que no tengan acceso a un empleo formal, educación, a la tendencia de una jubilación obligatoria una vez llegada la edad estipulada, al decremento en sus ingresos económicos, a la inexistencia de espacios de entretenimiento, a la imposibilidad de hacer escuchar su voz y hacer valer sus derechos, a la exclución, etc.

La reproducción de una ideología que enmarca en todas sus aristas negatividades sobre la vejez, es el resultado de una búsqueda incesante de este sistema capitalista que encarnado, escudriña y trasgrede a aquellos cuerpos que marcados por el tiempo y las condiciones desiguales, ya no funcionan como ‘‘mecanismos de ganancias’’, así:

Erdman B. Palmore (Orozco y López, 2016), gerontólogo americano y profesor de la Sociedad Médica de la Universidad de Duke ha expuesto, con relación a todo lo anterior, que en los últimos treinta años se han desarrollado discursos lacerantes de un envejecimiento impregnado con etiquetas de enfermedad, discapacidad, impotencia, soledad, pobreza y depresión, esto, debido a la falla que los modelos de envejecimiento han presentado durante las últimas décadas.

Estos entornos ayudan a revelar el sentido y la importancia de la resiliencia en la vejez, donde las personas adultas mayores en estos escenarios, a partir de sus habilidades para optimizar y compensar frente a las adversidades, consiguen dar vuelta a sus realidades sociales y obtienen aspectos positivos, consiguiendo así, mejores formas de vivir.

De acuerdo con Rutter (1985, citado en Badilla, s.f., p.2) ‘‘La resiliencia no debe ser entendida como la animada negación de las difíciles experiencias de la vida, dolores y cicatrices: es más bien, la habilidad para seguir adelante a pesar de ello’’.

El panorama desigual en el que envejecen algunas personas, nos ha llevado a considerar a la vejez como una etapa de debilidad, dependencia y declive; sin embargo, contrario a todo el confuso y opaco panorama presentado, existen personas que son capaces de desarrollar procesos que les permiten enfrentar, adaptarse y salir a flote ante situaciones adversas como lo podría ser su propio envejecimiento desde cuestiones económicas, sociales, sanitarias, etc. A todos estos procesos sociales y psíquicos se le conoce como resiliencia:

La resiliencia es un concepto relacionado estrechamente con el de envejecimiento con éxito. Indica que las personas han logrado mantener la salud física, cognitiva y social, y han hecho adaptaciones para conservar su calidad de vida y bienestar (…) la resiliencia en la vejez puede ser la habilidad para usar los recursos psicológicos que ayudan a aceptar los cambios psicosociales y físicos. Las personas con estas habilidades harán uso de sus recursos para involucrarse en los aspectos y actividades más importantes para ellos y evitarán estados afectivos negativos como la autocompasión, la ira y la depresión (Jiménez, 2011, p. 59).


Es fundamental tener presente que las personas mayores tienen el control activo sobre sus propios procesos de adaptación; sin embargo, es preciso mencionar que la existencia de factores intrínsecos como la autoeficacia, el sentido de autocontrol, la espiritualidad, el optimismo y el buen humor, favorecen el proceso; sin demeritar aquellos factores extrínsecos como la familia, amigos, vecinos y grupos de apoyo que moderan  los efectos adversos de vivencias amenazantes:

Entre los componentes esenciales de la resiliencia, destacan las estrategias de afrontamiento. Se ha observado que en la vejez, el afrontamiento puede dirigirse a ajustar o replantear los objetivos y lo que da sentido a la vida, así como a aceptar los cambios y sucesos que no se pueden controlar de manera directa. No obstante, cuando un problema es susceptible de ser resuelto de manera activa y directa, es conveniente preservar las estrategias conductuales dirigidas a ello (…) el afrontamiento es un puente entre la resiliencia y el desarrollo (Jiménez, 2011, p. 59).


Reconocer estas variables en las personas adultas mayores ante el imaginario colectivo que los ha posicionado como inservibles e invisibles, nos permitirá redirigir las estrategias de intervención que promuevan un bienestar en ciernes de la resiliencia. El enfoque gira en actuar directamente sobre factores de riesgo identificados, fortaleciendo aquellos factores protectores que permitan a la persona adulta mayor aumentar su bienestar emocional y físico.

Es necesaria una mirada hacia el pasado, un pasado que ha persistido contenido a través de luchas de poder, dominación, exclusión y resistencias, con un sinfín de adaptaciones que hoy se ven reflejadas en la cotidianidad de diversas personas adultas mayores que claman una nueva revisión de su condición y conceptualización social. ‘‘Que durante los quince o veinte últimos años de su vida un hombre no sea más que un desecho es prueba del fracaso de nuestra civilización’’  (Beauvoir, 2011, p. 13).

Estamos experimentando momentos inéditos en la historia de la humanidad, momentos que nos incitan a la reconfiguración de nuestras cotidianidades. El resguardo en casa es una exhortación para reflexionar sobre nuestra conciencia y lo que deseamos ser después que todo esto termine, tanto a nivel social como individual.

Esto es un llamado al cambio, a concebir a la vida con sus matices desde una mirada transformadora y renovada. La resiliencia representa un parteaguas para re-direccionar la manera en la que hemos conceptualizado y homogenizado a la vejez, misma que ha permanecido dotada de pérdidas y declives, demeritando e ignorando las ganancias, resistencias y adaptaciones que día con día se suscitan. Es emergente otorgarle voz a los protagonistas de las múltiples vejeces: las propias personas adultas mayores, reconociendo la existencia de una resiliencia que ha permeado (y sigue permeando) de manera positiva los ciclos de vida de múltiples personas mayores.

 ‘‘Ni invisibles, ni inservibles’’


AUTORA:

Dennise Díaz Pedroza            

Gerontóloga.

Co-fundadora                                                                                                                                                             

 Asociación de Gerontólogos En Pro del Envejecimiento (AGE+).

Maestranda en Estudios Culturales. 











Comentarios

  1. Muchas felicidades, resiliencia para superar circunstancias.

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  2. Buen artículo, con una idea crítica que desnuda otras realidades de nuestra sociedad, lamentablemente ¿Qué no se etiqueta o margina en nuestro país? Expones una de tantas circunstancias que como sociedad esta en nuestras manos cambiar, ojalá este artículo nos lleve a un análisis, reflexión y nos originen acciones para modificar el futuro de nuestra sociedad en todos sus factores y aspectos.

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  3. Excelente perspectiva hacia las personas mayores en nuestros tiempo, ahora queda trabajar arduamente para lograr la dignificación y resiliencia. Saludos, Alejandra Cruz del Rosal

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